La estela que se perdió en los mares

‘Safe to Sea’, un sistema de seguridad para marineros que caen por la borda

Se trata de un dispositivo de localización GPS integrado en el chaleco salvavidas que alerta a los barcos cercanos. Costará, de media, 3.300 euros a cada embarcación (IDEAL . 13 de noviembre 2012)


Leo la noticia y no puedo evitar lanzar una larga y profunda mirada al horizonte de un mar más negro que ningún otro mar. 
Una noche muy oscura en torno a la cual, ya durante un par de profundas y silenciosas décadas, una familia entera se habrá preguntado miles de veces donde y cómo Juani se perdió para siempre. Yo lo recuerdo, pues tendría ahora mi misma edad. 
Me contaron que cayó al mar y en aquel momento una punzada terrible pensando en la soledad última del joven, en las soledades de años de ausencia sin tumba para los suyos, en la crueldad de un destino incomprensible que no tuvo piedad. El fue uno de tantos que dejaron su estela perdida en los mares; pero no mereció quedarse allí, sino gastarse a manos llenas su derecho a contemplar cientos de atardeceres faenando, pero con la certeza cumplida de volver a casa para dar un beso a su madre.
Este verano recordé el suceso del que no pudo darse más explicación que un doloroso interrogante. Se ahogó en el mar. 
Ya está. Terrible. 
No quiero imaginar cuantos llantos y gritos se escucharon en las orillas de El Varadero tras la llegada de la silenciosa noticia. No se como fue, ni quise saberlo. Solo he pensado durante mucho tiempo en qué y cómo fueron los años siguientes cada vez que el cielo pintaba rojo en la caída del sol, cada vez que una luna profunda hacía inevitable una oración mirando hacia un horizonte nebuloso o cada vez que una flor navegaba solitaria, flotando entre suspiros para llegar hasta el alma de aquel joven que un buen día, sin más, se fue.
Me decía mi amigo Juan Maldonado "cuantos años han pasado, ya. Cuantos..." y dejaba caer los puntos suspensivos como advertencia cabal de que no deberíamos bucear en dolores que se perdieron como un eco allende el océano. Y llevaba razón, aunque ambos sabemos que las cosas de la mar, de la gente de la mar, se clavan con una fuerza extraordinaria en el corazón de quienes cada día y cada larga madrugada se juegan cartas de muerte en una extraña e irresistible baraja, pues para ellos el mar es la mar, es la hermana; la amiga, la madre, la esposa...
Hoy, al leer la noticia de un invento que a buen seguro evitará tragedias innecesarias, evitará años de soledades y lágrimas contenidas cada 16 de julio, evitará que madres y esposas se pasen media vida mirando al horizonte con la vista perdida... Al leer eso me he acordado de aquel joven al que muchas veces vi reír de manera limpia y diáfana; y también he pensado en una familia que siempre ha llevado su recuerdo grabado en el corazón.
Hoy, mi reflexión va por Juani. Allá donde su alma navegue, que el cielo le dibuje su mejor sonrisa.

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