Miliki


En los últimos años las apariciones de Miliki, con motivo de alguna entrevista en televisión, se habían ido distanciando en el tiempo. El seguía haciéndose mayor, mientras que en paralelo vivía en nosotros su imagen en blanco y negro. Desde que este país supo de su fallecimiento, las redes sociales se han llenado de mensajes y proclamas nostálgicas que enmascaran, bajo la fachada divertida y entrañable de las frases y gritos típicos de nuestros payasos de la tele, el ferviente deseo de una generación entera de no reconocer que también se ha cerrado para siempre una etapa de nuestra vida.
A todos nos tocan en el corazón los payasos de la tele. Sus canciones hoy añejas pero que nos ponen un nudo en la garganta cuando nuestros sentidos nos colocan, gracias a una emocional máquina del tiempo, en el saloncillo de nuestra casa; recién levantados de la siesta del sábado cuando nos sentábamos en el sofá, bien calentitos en la mesa camilla, con las arrugas de la sábana aún impresas en las mejillas y la voz de nuestra madre preguntándonos si queríamos merendar...

Era la hora de los payasos. Y siempre ocurría lo mismo. La historieta, el lío y todos corriendo unos detrás de otros, dando vueltas. Luego la canción final... canciones que aprendimos y que fueron poniendo fondo musical a los instantes más entrañables y domésticos de nuestra infantil existencia. 
El día que murió Fofó fue una tragedia nacional. La muerte de Miliki es el adiós definitivo a nuestros mejores años, a aquellos en los que pintábamos los sueños de fosforito y nos dejaban regusto de phoskitos.
Este hombre, cuya foto inunda hoy todos nuestros espacios mediáticos, se marcha para seguir actuando en nuestros pensamientos desde la eternidad de las sonrisas puras. Tras él se cierra una época que olía a dulce, a cariño, a hogar, a juegos reunidos Jeyper, a mantecados la perla, a bolsas de agua caliente y sobre todo, sobre todo, a la seguridad y la felicidad que suponía para nosotros el sentirnos queridos por los nuestros. Todo esto me ha hecho evocar, hoy, Miliki.

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