Las luces siempre brillarán al final de la calle


Todos los tópicos de la Navidad se derrumban cuando se activa el resorte... ¿Cual?... El que pone a cielo raso el auténtico estado de cosas en que se encuentra tu vida, tus hechos cotidianos, el balance anual de tus inquietudes y proyectos culminados o defenestrados. Te planteas brindis dorados y sonríes en ellos hasta que el andar torpe de tus seres queridos o la necesidad torpemente escondida de algunos allegados te hace vislumbrar una Navidad sin estrellas y cuajada de nubes.
Pero ante la adversidad, el ser humano hace crecer sus buenos instintos y la solidaridad deja de ser un concepto bonito, pero siempre ajeno a nosotros, para arrastrarnos a ser partícipes de su acción alentadora. No he creído nunca en la 'buena y efímera voluntad' de una semana de lentejuelas y destellos; con los años he ido aprendido a entender que los deseos buenos se suman y lo mejor de todo es que tu primer acto reflejo es reflejarlos para que los demás descubran que hasta sonreír a un extraño al cruzar un semáforo es un signo de generosidad. Lo es, simplemente, sonreír a la cajera del super; lo es enviando una postal a quien no la espera, lo es tocando a una puerta una fría noche para dejar un sencillo regalo. Esos son los primeros pasos; luego viene el difícil: el pasar página e ignorar antiguos resquemores antes de juntar a toda 'esa gente' a tu mesa, gente que mira por donde cuando pasen los años terminarás por echar terriblemente de menos. Y luego, el reto más gordo de todos, el reconocerte a tí mismo que tal vez te habías equivocado en muchas ocasiones... Pero esto, claro, es un pequeño tesoro que solo se descubre traspasando ciertos umbrales marcados por los años.
Y hace mucho, muchísimo, una Nochebuena de frío atroz me asomé a gatas bajo la persiana del balcón para contemplar el milagro de la luz. Al final de mi calle habían colgado un arco de bombillas en el que se unían dos estrellas. Aquella silueta brillante se 'comía' la calle adormecida por un débil resplandor de alumbrado urbano, aquellas estrellas anunciaron a mis cinco años que algo maravilloso podría ocurrir aquella noche... Recuerdo que sonreí como en las películas, pero mi sonrisa fue real pues soñé a cielo raso que el futuro me traería brazados de ilusiones, manojos de felicidad eterna y proyectos infinitos. Aquella Nochebuena se quedó grabada en la retina de mi esencia y en ella buceo con anhelo cada año, cuando creo -equivocadamente- que se agotan las ilusiones y que los horizontes se ocultan tras una densa bruma. Iluso de mi -de nosotros- mientras una estrella de luces tintinee en una noche mágica siempre tendremos la llave para seguir plantando esperanzas en el futuro. Hemos de creer. Tenemos que creer y ser firmes en que podemos salir hasta de lo malo siempre y cuando nuestra base personal se afiance en algo tan simple como el no estar solos; y para no estar solos hay que dejarse de pamplinas y soltar la cuerda aún a costa de parecer que nos doblegamos a los demás.
Hoy, a pocas horas de la Nochebuena; buscaré desde el altozano de mi terraza alguna estrella de luces en el infinito de una ciudad que será un ascua de iluminación y cánticos. Recordaré como con cinco años soñaba en mi propio futuro mientras contemplaba aquellos rústicos arcos de bombillas repartir magia en una noche en la que me temblaba de frio hasta la barriga. Sabía en ese momento que el paso del tiempo me iría concediendo ingenuos deseos... Lo que era incapaz de pensar, en aquel trascendental instante, era que años y años después cada noche, antes de acostarme  con toda la casa a oscuras, siento que me rodean todos los soles del universo durmiendo a mi lado, y eso..., eso no tiene ni tendrá nada que lo supere, ni en el espacio ni en el tiempo.
FELIZ NAVIDAD A TOD@S, Donde quiera que estéis y quienes seáis. Sin ninguna exclusión.

Comentarios

  1. Feliz Navidad para todos vosotros también, Fermín. De parte de la Familia Pérez Sanchez (Helados Monerris). FELICIDADES Y PRÓPERO AÑO 2012

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