Desde el 'segundo piso'


Un sobresalto extraño me hizo detenerme frente a un nicho de mármol negro brillante, casi recién bruñido; de nueva factura, irisado y sin los inevitables chorreones que van empañando las lápidas por la acción despiadada de vientos, lluvias o del poco cuidado que pueden mostrar los que vienen a limpiar los pisos ‘de arriba’ con la latita de pintura.
Era día de difuntos. Día más que de fiesta de ‘feria’ a juzgar por el bullicio, los saludos en voz alta y el correteo curioso de los críos por las simétricas callejuelas de esa ciudad hermosa y rara, ausente y cercana a la vez, soñadora y lúgubre. Evocadora y cierta… Terriblemente cierta.
Me dejé llevar por el río de gente.
El nicho de mármol negro está en la ‘zona nueva’. Allá donde es inevitable sentir un leve rubor por el inevitable gesto de taparse la nariz y la boca… “¡Lo que huelen son las flores que llevan ahí ya un montón de días!”, decía una mujer tratando de autoconvencerse de que el lugar donde hacía poquísimas fechas que había enterrado a su marido no podía oler a muerto, sino a flores marchitas… De la misma forma que se marchitan los sentidos al contemplar la soledad de los muertos…
Allí dejé a la mujer sentada en un taburetito mientras se balanceaba mirándose las rodillas, escondiendo la vista a la realidad, buceando y balbuceando en sus recuerdos.
Yo solo podía pensar en que a lo único que olía era a muerto. Pero me detuve.
La foto ovalada de la lápida me pareció un insulto cruel, una carcajada de la muerte soltada a bocajarro, desdentada y sin piedad. Yo conocía a ese hombre y ese hombre vivía hace… hace… ¿días? No era mayor, no se le veía enfermo….
En la foto sonreía y pensé en qué cruel instante de nuestras vidas nos hacemos una foto sin pensar en que esa será la imagen que habrá de lucir, post-mortem, en una lápida que cada uno de noviembre alguien con lágrimas en el alma limpiará primorosamente.
Eso, en el caso de que uno no decida la opción rápida y nada ecológica de la incineración con caja incluida.
Pero la foto, todas las fotos de la inmensa necrópolis atestiguan miles de pasos de tiempo, miles de familias truncadas, de sueños eternos a la espera, de llantos que algunas noches revolotean como mariposas negras en un trigal reseco… Fotos que miran de frente, pero con ojos perdidos en un extraño éter. Fotos raídas, desvaídas o recién reveladas con patina brillante que expresan muertes recientes y fresquitas.
Aquella foto, sin embargo, mostraba el rostro de un hombre joven y –a pesar de la trémula sonrisa de (pongamos, por ejemplo) Juan- la imagen exudaba angustia. La partida fue anticipada, precipitada, dramática y fuera de lugar. Aquel acto final se escenificó a destiempo y dejó estelas cortadas en varias vidas cercanas.
Me contaron después que se sumaron tragedias personales en la vida de aquel hombre y que el resultado final de la cuenta fue una cuerda, una viga y… el silencio.
Su foto no hablaba de ello, sino de una tranquila sonrisa dedicada a quien cualquier tarde en la que brillaba un sol tranquilo decidió hacerle a… Juan, su postrero retrato. La imagen que ilustraría, para las generaciones venideras, el testimonio de su infortunio.
La lápida de mármol negro selló para décadas la prueba irrefutable de la debilidad humana. Debilidad, sí. Nunca cobardía pues aquel hombre fue valiente para decidir después de sufrir lo indecible. Una decisión cruel que solo la muerte perdonaría y comprendería. En ese momento dejé de pensar en ella, en la Muerte, como un monstruo de carcajadas espantosas y más como un guía silencioso y serio dispuesto a mostrar senderos que se pierden entre brumas que van borrando pasados y desgracias. Solo la muerte nos hace libres.
La lápida quedó atrás, más que sola solita. Y la foto nos sucederá a todos, sonriendo por siempre para dar a ese hombre la opción de una paz eterna expresada con una trémula sonrisa, desde el ‘segundo piso’ del bloque 2 del 4º Patio.
Cuando la vida no es vida, la muerte corteja y enamora.

Comentarios

  1. La muerte forma parte de la vida. Sólo una cosa sabemos cuando nacemos. Qué cosa? Que estamos condenados. A qué? A morir. Me vas hacer ir al patio 4'...

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